Jesús
La Semana Santa es un tiempo para reflexionar sobre el fundamento de nuestra fe: la resurrección. En la Biblia podemos leer los pasos que Jesús llevó a cabo para ejecutar el plan de salvación diseñado por Su Padre e inevitablemente debemos poner nuestra mirada en la crucifixión.
Por lo general un partido de futbol se desarrolla en un periodo de 90 minutos, tiempo en que el fanático vive todas las emociones que un ser humano puede experimentar: alegría, enojo, frustración, euforia, etc. Y cuando el equipo gana o pierde esas expresiones se llevan fuera de la cancha y la televisión. He visto amigos que no se quitan la camisola de la “buena suerte”.
Sí, en los momentos más altos —y no solo de tristeza o frustración, también de alegría— la tentación puede llegar disfrazada para provocar que olvidemos quiénes somos en Jesús, nuestro propósito y de qué estamos hechos. Pensemos en situaciones cotidianas para ejemplificar estas situaciones.
“¡Estaba tan ocupado que se me olvidó!” ¿Alguna vez le has dado esa respuesta a alguien de tu familia o a un amigo?
Sí, todos tenemos tantas ocupaciones que nos impiden disfrutar eventos o acontecimientos importantes. Entre tus roles como administrador, padre de familia, esposo o trabajador se te puede pasar un partido de fútbol, una reunión o un cumpleaños. O la mujer, entre su rol de madre, esposa, ama de casa, enfermera, chef o repostera puede llegar a olvidar un aniversario, un cumpleaños o un requerimiento del colegio de alguno de sus hijos.
En tema de relaciones interpersonales, las joyas más codiciables son la fidelidad y la lealtad. Ambos valores aplican al entorno de un ser humano: en la vida en pareja, en el trabajo y también en las amistades.
Los dos términos están estrictamente vinculados. El significado de lealtad habla de algo fidedigno, verídico y fiel; mientras que la fidelidad se define como lealtad, observancia de la fe que alguien debe a otra persona.
En pocos días inicia la campaña que nos habla del amor: ese que la mercadotecnia relaciona con los regalos, que el cine nos pinta como color de rosa y las canciones lo limitan solo a la pasión. Sin embargo, quiero proponerte que hablemos de aquel amor que trasciende: el amor de Jesús.
Los Evangelios no muestran que Jesús fuera un hombre “cariñoso” o “detallista”, más bien nos lo muestran como un hombre práctico que llevó la expresión del amor al nivel más alto que se haya registrado en la humanidad: dar la vida por alguien. Morir por alguien —pero de manera literal, no en sentido figurado— sigue siendo la muestra de amor más grande que la historia ha registrado.
La Navidad se trata de Jesús, el Salvador, que nació en este mundo para que tú y yo tengamos vida en abundancia. Recordar ese hecho histórico, inmediatamente nos hace poner nuestra mirada en todo aquello que verdaderamente trasciende.
Uno de los valores más preciados en este mundo es la fidelidad. Este concepto está relacionado a otros como constancia, compromiso y lealtad.
Las organizaciones buscan tener colaboradores fieles. De hecho, reclutar y retener a las personas con este valor es un desafío en esta época, ya que las generaciones de jóvenes tienden a rotar con frecuencia de una empresa a otra.
He visto que hay quienes se estancan pensando en los “viejos tiempos”. También me he topado con muchas personas que en esta pandemia siguen esperando que todo vuelva a lo que era antes. Piensan que su vida era mejor y lamentablemente ver hacia el pasado no les permite disfrutar su presente ni ver hacia su futuro.
En términos de comunicación se dice que percepción no es la realidad, pero puede volverse la realidad. Digamos que la percepción actúa como una especie de lente a través del cual percibimos la realidad. Es la sensación interior que resulta de una impresión producida en nuestros sentidos.
Esta semana los países centroamericanos han celebrado su Independencia. ¡200 años de vida independiente! Aunque hay muchas opiniones al respecto, vale la pena resaltar lo mejor que tienen nuestras naciones, especialmente la libertad que se nos brinda de ser cristianos, de elegir una vida llena de libertad en Jesús.
En el ecosistema evangélico se emiten juicios cuando alguien se relaciona con personas que —como suelen decir— parecen estar “en el mundo”. ¿No has oído a alguien criticar en secreto a quien anda con pecadores? Parece que la consigna es rodearnos solo con personas “santas”. Eso es todo un disparate. Para empezar, ¿cómo saber quién es santo o quién es un pecador? ¿Quién se atreve a definir eso? La respuesta solo la tiene Dios y aun Él nos ve con misericordia.
Cuando pasamos por esas situaciones no dan ganas de gloriarse, al contrario. Lo primero que nos viene a la mente es cuestionar nuestro servicio y al Señor, y hasta creemos que Sus promesas se desvanecen. Olvidamos que es en medio de la adversidad en donde conocemos más íntimamente la paternidad de Dios.
Más allá del rol de proveedor que adquiere un papá hay muchas otras características que le dan oportunidad de afirmar el corazón y proveer de identidad a Sus hijos, pero si él está limitado para cumplir sus funciones debemos aprender que el Padre Celestial no falla.
El término creído es un dicho que se refiere a una persona vanidosa u orgullosa. A veces se confunde con soberbia, que según el diccionario, significa: “Sentimiento de superioridad frente a los demás que provoca un trato distante despreciativo hacia ellos”.
¿Eres de la generación que todavía imprimía fotos? Recuerdo que antes, la sala de los hogares era el lugar favorito para lucir ampliaciones de las fotografías familiares. Esas imágenes en blanco y negro hoy son un tesoro, en ellas se puede reconocer a los abuelos, los hijos, los nietos… Todos metidos en una imagen que rememora un cumpleaños, un aniversario o una graduación.
¡Las percepciones a veces nos engañan! Quién de ustedes terminó siendo amigo del joven más serio de la clase, del que parecía el más orgulloso o el lleno de cuentos que se apartaba del grupo. Fue hasta que realmente convivimos con esas personas que la percepción cambió completamente y pudimos comprobar que no eran como imaginábamos. ¿Te pasó?
¿Qué tipo de alumnos de Jesús somos? Nuestro aprendizaje a veces empieza con una mala experiencia: un vicio que nos atrapa, una quiebra económica, un fracaso matrimonial o un hijo que se va de casa. Para que esto suceda, no debemos dejar de buscar conocimiento.
Siempre he dicho que mostrarnos agradecidos es algo que nos debería distinguir a los cristianos. ¿Cómo no dar gracias a Dios por salvarnos? ¿Cómo no agradecer a Jesús por librarnos de esa vida sin sentido? ¿Cómo no sentirnos felices de poder servir a Dios? ¿Cómo no dar gracias por la semilla que depositaron en nuestro corazón para transformar nuestra vida?
La vida está llena de altibajos. Hay momentos muy buenos o malos, pero de una u otra forma terminan en victoria si actuamos por fe. Jesús, luego de tres años de ministerio y de victoria tras victoria, vivió los peores días antes de Su crucifixión. Pero aquella semana no empezó mal: entró en Jerusalén y lo recibieron como rey.