Agradecimiento
No sé si has notado lo agradable que es recibir en tu casa a los amigos de tus hijos y escucharlos decir “¡gracias!” cuando los atiendes. Esa palabra compuesta de 7 letras tiene un enorme poder en nuestra relación con las personas y también con Dios.
Dar gracias es algo que el mismo Jesús nos enseña en Su Palabra. En la última cena leemos cómo parte el pan, da gracias y lo reparte a sus amigos (Lucas 22:7-38). Agradecer —no solo por los alimentos que recibimos— es un hábito que deberíamos inculcar en el hogar.
Los padres de familia no me dejarán mentir que cada uno de nuestros hijos es un ser especial, con sus individualidades y características hacen que la familia esté completa.
En mi caso, mis hijos tienen un temperamento que les hace actuar y analizar las cosas desde su propia perspectiva, su propio sentido del humor, sus propias metas, su propio estilo para educar a sus hijos y hasta para acercarse a nosotros, sus padres; pero a los tres los une la pasión por predicar en evangelio y servir a Dios.
Siempre he dicho que mostrarnos agradecidos es algo que nos debería distinguir a los cristianos. ¿Cómo no dar gracias a Dios por salvarnos? ¿Cómo no agradecer a Jesús por librarnos de esa vida sin sentido? ¿Cómo no sentirnos felices de poder servir a Dios? ¿Cómo no dar gracias por la semilla que depositaron en nuestro corazón para transformar nuestra vida?
Las familias funcionan como un equipo. El éxito o el tropiezo de todo el conjunto muchas veces se debe a las pequeñas acciones, visibles o invisibles, que cada uno desempeña diariamente. Con frecuencia solo notamos el trabajo de los miembros más “visibles”, pero sin los demás sería una tarea muy difícil salir adelante.
La Palabra de Dios me ha enseñado el poder de las palabras, por eso quienes me conocen saben que la mayor parte del tiempo me mantengo positivo. No importa lo que lea o lo que esté pasando, lo que sale de mi boca pasa por el filtro de la fe.
Acercarnos a Dios, nuestro Padre, siempre es válido y necesario. Hay que reconocer, sin embargo, que esa cercanía es más común cuando pasamos por malas rachas, situaciones adversas o tiempos difíciles.
Más de treinta años de casado es fácil de decir, pero ¡realmente es mencionar una vida! Y más que mencionarla, es recordarla con infinito agradecimiento, porque amo a la familia que hemos formado con mi esposa Sonia.