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Seis lecciones acerca de las adversidades


La vida de un cristiano está llena de emociones y aunque quisiéramos que todas fueran buenas algunas no son “tan” buenas como deseamos o planificamos.

Por mucho que nos preparemos hay cosas que nos llegan súbitamente —como se suele decir: “del puro aire”—. Una enfermedad, una caída que nos deja lesionados de la pierna o de un brazo, una jornada sin ventas en el negocio, un tiempo sin que nadie venga a nuestro grupo.

Situaciones inesperadas. Qué tal si lo ejemplificamos así: es lunes, vas a una entrevista de trabajo por el que has estado orando desde hace varias semanas. Te levantas temprano, oras y sales con antelación para evitar el tráfico. Pones música de adoración y de pronto, un ruido fuerte y un golpe en seco te sacuden. Un ebrio se acaba de cruzar el semáforo en rojo y te impacta de lado y el día se complica. No llegas a la entrevista y eso provoca que quedes fuera de la posibilidad de que te den la plaza, tu carro se queda en el taller por varias semanas. Nada salió como esperabas…

He notado que esos procesos nos muestran varias lecciones:

  • Primero, es necesario que entendamos que todos los seres humanos pasan por esos momentos, no hay nadie que se escape de ellos.
  • Segundo, hay que aclarar que esos eventos no siempre están relacionados con un pecado que hayamos cometido, pues llegan sin justificación.
  • Tercero, es de humanos que esos momentos nos hagan tambalear emocional y espiritualmente. El dolor, la frustración, el miedo y la incertidumbre son emociones difíciles de procesar. Llegamos con Dios a preguntar “¿Qué hice mal?” o “¿Por qué a mí?”.
  • Cuarto, no podemos huir de ellas. Cuando ese momento inesperado llega no puedes salir corriendo aunque den ganas de hacerlo.
  • Quinto, no creas que esa situación llegó para quedarse para siempre. Es una temporada y es ahí cuando debes fortalecerte en fe para que ese tiempo finalice pronto.
  • Sexto, no estás solo. Detrás de esas situaciones Dios está contigo. Su Palabra dice que toooooodas las cosas ayudan a bien a los que le aman. Sí, es aquí cuando un hijo de Dios debe sacar fuerzas de la Palabra y de la oración para ver un panorama distinto de lo que está viviendo. En la versión de la Biblia Reina Valera, en Romanos 8, el capítulo se titula “Más que vencedores”; y en el verso 28 dice: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”.

Aunque todos vivimos situaciones que nos llegan “del aire”, los hijos de Dios debemos ver las cosas desde la perspectiva correcta. Esa actitud marca cómo vivimos el proceso. Así que si estás viviendo una situación de este tipo, pídele a Dios que te muestre que Él está contigo. Pídele que te dé certeza de que eso ayudará a bien.

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