La fuerza de las mujeres
No sé cuántas canciones, poemas y libros se han escrito para hablar de las cualidades de las mujeres; y especialmente de esa fuerza con la que fueron dotadas.
No nos equivoquemos: la mujer no solo es la ayuda idónea para el hombre, sino para la humanidad entera. Cada una tiene en su vientre la configuración para generar vida y también para declararla con su boca. Quizá sea por eso que hasta el tono de su voz está delicadamente diseñado.
Una madre es capaz de impulsar o enterrar con sus palabras el sueño de su hijo o hija. Si un niño quiere ser astronauta cuando crezca, en su hogar le podrían cortar las alas, o bien, lo podrían motivar para que confíe en que sí puede lograrlo.
De niño soñé con ser misionero. Probablemente no tenía muy claro lo que eso significaba en todo el sentido de la palabra, pero mi mamá nunca me desanimó. Además, nunca desacreditó mis palabras cuando le dije que había visto a Jesús, así que ella les dio vida a mis sueños.
Por otra parte, es dentro de la familia que un niño aprende que una mujer debe ser tratada como vaso frágil. La mamá que enseña a sus hijos a decir “gracias”, “por favor” y a orar por los alimentos está formando a las nuevas generaciones no solo con modales, sino también con un corazón agradecido; y su labor se verá reflejada en la sociedad.
Y cuando decimos que las mujeres son vasos frágiles no estamos hablando de debilidad. Jamás una mujer debe percibirse como el “sexo débil” porque están diseñadas para luchar por su familia, pelear por lo que desean y defender lo que creen. Una mujer que tiene clara su identidad es capaz de lograr que se proponga. Lo he visto con mi esposa y con mi hija.
Es preciso que las mujeres cuiden su corazón, porque de ahí brota la vida (Proverbios 4:23) y es lo que proyectan en todo su entorno. Si tienes hijas o hermanas, apóyalas para que la fuente de su propia existencia sea Jesús. Eso evitará que en el camino las confundan y les hagan creer que pueden encontrar su propósito lejos del plan de Dios.
Si tienes la dicha de compartir tu vida con una mujer, permite que ella sirva en su iglesia y motívala para que brille. El reino de Dios necesita mujeres comprometidas que prediquen de Jesús y que en determinados momentos nos inspiren a imitarlas. Recuerda que la mujer sabia construye su casa (Proverbios 14:1).