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Jesús se preparó una vida entera para salvarnos


Aunque la crucifixión de Cristo sucedió en un solo día, su preparación fue durante toda su vida. Aunque el sacrificio fue doloroso para él, fue hermoso salvarnos.

Estamos en Semana Santa. Hoy, Viernes Santo, recordamos el momento en que Jesús dio su vida por nosotros para que tú y yo tengamos salvación y vida eterna. Este acontecimiento marcó la historia de la humanidad y nuestra propia vida.

Usualmente es el tiempo que muchas personas aprovechan para ir de vacaciones con los amigos o la familia y para desconectarse de su cotidianidad —no tengo nada en contra de eso—. Para mí siempre ha sido un tiempo de reflexión. Incluso en medio del tiempo familiar procuro dedicar unos minutos para pensar en las enseñanzas de Jesús, especialmente viendo las películas de la Pasión que son infaltables en esta época.

Hace unos años, mientras veía la película de la Pasión, de Mel Gibson, el Espíritu Santo me mostró algo muy poderoso. A lo largo de nuestra existencia pasamos preparándonos o preparando a otros para que tengan una buena vida. Por ejemplo, como padres de familia buscamos el mejor colegio para la educación de nuestros hijos, procurando que su formación sea superior a la nuestra, puedan tener oportunidades en la universidad y se destaquen como profesionales. También los formamos, regañamos o corregimos para que en su vida de casados sean responsables y puedan sacar adelante a su familia.

Jesucristo hizo lo mismo con sus discípulos. Cuando los mandó a que hicieran cosas ridículas y absurdas los estaba preparando para dejarlos en las manos del Espíritu Santo, para el momento en que Él ya no estuviera físicamente con ellos. Él les enseñó a obedecer a quien veían para luego obedecer a quien no.

Sin embargo, la preparación que más me impresiona es la de Jesús en la cruz del calvario, justo cuando veía los azotes y golpes que incluso le arrancaban su carne. El Espíritu Santo me reveló que Cristo había preparado su cuerpo para ese momento. La Biblia nos enseña que el Cordero que se debía sacrificar tenía que ser perfecto (1 Pedro 1:18-20). Jesús, desde pequeño, fue formado para discernir entre lo bueno y lo malo, a desechar lo malo y elegir lo bueno, cuando lo ponían a escoger entre manteca y miel. Él preparó su cuerpo y se alimentó de tal manera que, llegado el momento, pudiera derramar una sangre pura, perfecta para limpiarnos de nuestros pecados.

Recordemos a nuestro Señor e imitemos su preparación. No improvises y empieza a preparar hoy lo que harás el resto del año. Incluso no desdeñes tu alimentación y el ejercicio físico porque de eso depende que tengas salud y una larga vida. Prepárate bien para el examen de la universidad o para iniciar una nueva jornada de trabajo, para ir el domingo a la iglesia a alabar y honrar a Dios, para la entrevista de trabajo, para pedir la mano de tu novia, para el examen de admisión, para entregar un reporte, para predicarle a tus amigos.

¡No dejes de prepararte! Recuerda que detrás de la excelencia no hay casualidades, sino una previa y constante preparación.

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