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¡Derechos de los cristianos!


Hace poco fui invitado a una reunión a la que llegaron amigos y conocidos, entre ellos varios profesionales en diversas áreas: médicos, abogados, comunicadores, artistas y algunos docentes. Tal parece que llegué a representar a los pastores porque era el único en aquel lugar. Afortunadamente la noche se nos alargó y alcanzó para platicar de todos los temas que se puedan imaginar.

Por ahí alguien empezó a hablar de los derechos de los seres humanos. Parece que el tema está en agenda porque sobresale en diferentes medios. En esta reunión los juristas parecían sabérselas todas. La conversación fue muy productiva. En ella recordé una cita que leí en la universidad y que dice: todos los hombres tienen iguales derechos a la libertad, a su prosperidad y a la protección de las leyes, y Nelson Mandela expresó: “Privar a las personas de sus derechos humanos es poner en tela de juicio su propia humanidad”. ¡Cuánta sabiduría en pocas palabras!

Y como suele pasarme cuando me engancho con un tema, regresé a mi casa y me puse a leer un poco sobre los derechos de las personas. Me encontré con la Declaración Universal de Derechos Humanos Adoptada y proclamada por la Asamblea General en de 1948. Aquí parafraseo uno de los primeros artículos que llamaron mi atención: “Toda persona tiene los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole…”

La declaración incluye 30 artículos que comprenden puntos importantes y es bueno leerla para estar conscientes de lo que tenemos como seres humanos. En medio de esta lectura aproveché para darle gracias a Dios por la oportunidad que tenemos en muchos países de América Latina de profesar una religión. Parece mentira que en pleno siglo XXI existan países en los que se persiga y asesine a los cristianos.

También me detuve a pensar en los derechos que adquirimos cuando le entregamos nuestra vida al Señor. Quizá los damos por sentado, pero deberíamos de adueñarnos de ellos y defenderlos. Protegiendo esas pequeñas acciones estamos guardando el reino de Dios.

En mi lista anoté los siguientes: tenemos derecho a levantar nuestras manos y adorar al Señor, tanto en nuestra casa como en nuestra iglesia y en todos lados. También tenemos derecho a enseñar la Palabra de Dios adonde quiera que vayamos: en la casa, en la universidad, en un café con amigos, en un parque… Nadie te puede privar de hablar sobre Aquel que te salvó.

También tenemos derecho a congregarnos en la iglesia que nosotros queramos y eso tampoco debe ser motivo de crítica. Tenemos derecho a cumplir lo que la Palabra nos enseña sobre los diezmos y ofrendas (lo que muchas personas no comprenden es que esto es un acto voluntario que practicamos por honrar a nuestro Dios y por lo tanto no deberíamos ser juzgados por ello). Tenemos derecho a educar a nuestros hijos con los principios bíblicos en los que creemos y no permitir que alguien nos imponga lo contrario. Y así como todos, los cristianos también tenemos derecho a trabajar y recibir un salario que refleje nuestros resultados, además de construir templos donde podamos adorar al Señor libremente. ¿Cuántos derechos más tenemos?

La Biblia nos enseña que somos embajadores de Cristo (2 Corintios 5:20). Debemos comportarnos según los principios del reino de Dios, sin olvidar que aquí en la tierra es preciso que cumplamos con nuestros deberes ciudadanos, siendo trabajadores diligentes, honrados y dando el ejemplo en nuestra familia.

Unámonos para establecer el reino de Dios. No juzguemos, ni critiquemos, tampoco nos avergoncemos del Evangelio (Romanos 1:16). Mantengámonos firmes y gocemos de nuestros derechos como ciudadanos e hijos de nuestro Padre.

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