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¡Ánimo!


No sé si has escuchado el dicho que dice que “a veces no se trata del calibre de la bala, sino de la cantidad de disparos”. Actualmente estamos expuestos a muchos disparos que le pegan a nuestro ánimo.

Una reunión de trabajo o un mal día puede hacernos terminar de bajón, un poco tristes o abatidos. Un buen ánimo se refleja en nuestro valor, esfuerzo y energía para desempeñar nuestras tareas cotidianas. Además, en la intención y voluntad que una persona refleja ante los demás.

La vida es muy parecida al deporte. Cuando nos disciplinamos en practicar algún ejercicio estamos en forma, pero si nos tomamos vacaciones el regreso se complica y nos pasa factura. A veces podemos caer o tropezar por una mala técnica, pero otras por falta de confianza.

Por ejemplo, para esquiar en la nieve es muy importante poner la mirada en un guía. De hecho, el instructor siempre va delante del alumno. Esto me hace pensar en las Escrituras que invitan a poner la mirada en el autor y consumador de la fe para que nuestro buen ánimo e interés no decaiga (Hebreos 12:2).

En nuestra vida cristiana debemos ser disciplinados para que nuestra fe no decaiga y podamos combatir el desánimo. Es importante poner atención en nuestras oraciones y en nuestra relación con nuestro Padre; por ejemplo, aprovechando para nutrir nuestro espíritu con Su Palabra y congregarnos en Su Iglesia. El Señor responderá al que clama insistentemente, no solo a quien lo hace de vez en cuando. Siempre que amanece, antes de encender nuestro teléfono celular, deberíamos tener la disciplina de conectarnos con Dios en oración. Y esto, hacerlo diariamente sin desmayar.

No me refiero a ignorar los problemas que hay en la familia o en el país, sino a impedir que nuestra fe se debilite a causa de nuestra incredulidad. Sé que es fácil desanimarse al considerar la época de incertidumbre que estamos viviendo, pero que eso no nos haga olvidar que nuestra fe siempre será el recurso más valioso.

Nos fortalecemos en fe cuando no paramos de ejercitarla y la forma de hacerlo es —como con el ejercicio: por medio de la repetición y la constancia. Orar, orar y orar sin desmayar. No dejar que nuestra fe muera por completo ante lo que nuestros ojos naturales ven hoy.

Si hay una persona en tu familia u oficina que está pasando por problemas, compártele la Palabra de Dios. Tu testimonio puede ser un instrumento para llenarle de fe y ánimo. Tu intercesión también hará la diferencia. Una oración puede llenar de fe y ánimo hasta al alma más afligida.

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