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Trabajar “como para Dios”


Esta semana se celebró el Día internacional del trabajo y me hizo pensar en lo que esta bendición representa para cualquier ser humano.

La Biblia —el libro donde encontramos sabiduría sobre cualquier tema— se refiere al trabajo como algo de mucha importancia. En Colosenses 3:23-24 se nos recomienda que lo desempeñemos de buena gana, como si fuera para el Señor y no para alguien más. Una versión de esta referencia bíblica inicia con la frase: “Hagan lo que hagan”, es decir que no importa el área que hayamos escogido para ganarnos la vida o realizarnos, lo importante es desempeñarla con excelencia porque nuestra recompensa viene del Señor.

Me he topado con personas que afirman que el pastorado no entra en la categoría de trabajo y asumen que se elige por ser “fácil” o porque no se cuenta con otras opciones. ¡Nada más alejado de la realidad! Este llamado exige sacrificio (especialmente en la familia); además requiere más preparación y dominio propio que muchas otras profesiones. Que los servicios sean los domingos no implica que sea el único día que trabajamos: los pastores desempeñamos trabajo de oficina de lunes a viernes y laboramos tiempos extras. Como los médicos, que interrumpen sus tareas para atender una emergencia, los pastores las interrumpimos para ir a orar por alguien, ministrar a una pareja que está a punto de divorciarse, bendecir a otra que se va a casar o guiar a padres de familia que necesitan apoyo con sus hijos adolescentes, entre muchos otros actos de servicio. Todo lo hacemos gratuitamente, tal como Jesús lo hizo. No solo predicamos las Buenas Nuevas, también realizamos trabajo de oficina y tareas espirituales que trascienden.

Vivo agradecido por el apoyo que mi esposa y mis hijos me han brindado siempre y porque han comprendido mi pasión por servir al Señor, llegando incluso a aguantar mi intenso ritmo de trabajo y mis ausencias frecuentes.

En múltiples ocasiones he afirmado que fue mi madre quien me inculcó el valor del trabajo y me hizo tomar sentido de la responsabilidad. Cuando tenía trece años, su forma de premiarme por haber obtenido buenas notas fue poniéndome a trabajar como ayudante de mecánico automotriz durante las vacaciones, ¡pero sin paga! Ella se había encargado de arreglar todo para que fuera así y cuando le pregunté por qué, me enseñó que primero debía aprender a trabajar por dignidad y luego por dinero.

Cuando cumplí quince, me regaló un viaje a la isla de San Andrés, Colombia. Pensé que era un viaje de paseo, pero más bien fue un viaje para ir a comprar mercadería que luego venderíamos en Guatemala. A mí me tocó ofrecer, vender y cobrar. De esa forma ella me transmitió la pasión por emprender y con esa escuela tuve la oportunidad de arrancar negocios que prosperaron, pero llegó el momento de dejar todo para cumplir el llamado del Señor y dedicarme tiempo completo al ministerio. A estas alturas tengo muy claro lo que significa trabajar duro y mi visión ha sido desempeñar todas las tareas con excelencia, justo como Dios espera que lo hagamos.

Si ya elegiste una profesión o estás en ese momento de decidir a qué te dedicarás, te recomiendo que reflexiones qué te hace inclinarte por una u otra carrera. No pienses en el dinero, sino más bien en los talentos que Dios te ha dado, y desarróllalos de tal manera que puedas llamar su atención. Si bien lo que elijas te permitirá llevar el alimento a tu hogar, debes pensar que el trabajo es un medio que Dios nos dejó para nuestra propia realización y para alcanzar nuestro máximo potencial, así que no lo desaproveches. ¡Esfuérzate y verás que Dios abrirá puertas de bendición!

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