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¿Quién sabe a dónde vamos?


Hay situaciones a las que no les encontramos sentido sino hasta que llegamos al cumplimiento del propósito de Dios. Y puede que esto no suceda de la noche a la mañana; o por lo menos, no en el tiempo que nosotros quisiéramos.

Dios usó una tormenta para que Pablo llevara las buenas noticias del Evangelio hasta Roma (Hechos 27:13-19). Esto nos muestra que hay problemas que nos redireccionan al cumplimiento del propósito de Dios. Podemos tener el control de algunas áreas de nuestra vida, pero no de todas; por eso debemos ocuparnos exclusivamente de lo que sí está en nuestras manos: las emociones, los pensamientos, la buena administración de recursos y la fe. Todo lo demás, dejémoselo al Señor. Pablo y los tripulantes del barco se encontraban a la deriva. No tenían el control de la nave y no sabían hacia dónde se dirigían a causa de la tempestad. Habían perdido toda esperanza de salvarse.

Y tú, ¿has perdido la esperanza en medio de la pandemia? Es común que ante el panorama que nos rodea empecemos a especular sobre el futuro, pero justo en esos tiempos de confusión e incertidumbre debemos desarrollar la confianza en que el Señor guiará nuestra barca a un puerto seguro.

Cuando desarrollamos esa confianza plena en Dios reconocemos que Él es más grande que cualquier circunstancia y que tiene control de nuestra vida. ¡Ahí es donde encontramos paz en medio de los problemas!

Antes de escuchar la voz del Señor, Pablo pensaba que el viaje sería un gran problema en donde algunos podrían perder la vida; sin embargo, recobró la esperanza luego de escuchar a Dios decirle que no tuviera miedo, que todo iba a estar bien. Escuchar al Señor es lo que determina nuestro ánimo y la perspectiva con la que vemos las circunstancias, incluso las más adversas.

Lo que necesitamos en medio de las dificultades causadas por la cuarentena y la pandemia es una Palabra de fe, esperanza y ánimo. El destino de Pablo era llegar al emperador romano con el propósito de testificar del Señor, ¡y lo cumplió! La ruta hacia ese destino no la pudo determinar ni el capitán, ni los tripulantes y ni siquiera él, sino solamente Dios. ¡Él sabe hacia dónde vamos!

En esta temporada de pandemia, todos —los gobiernos, las familias, los empresarios, los médicos— vamos a cometer errores; por eso es importante pensar bien antes de criticar. Juzgar el trabajo o el actuar de otros no nos lleva a ningún lado. Aprendamos a hablar con fe en medio de la crisis. Lo que vivamos mañana será determinado por la forma en que hablemos hoy. Por más fuerte que parezca la tormenta, confiemos en que Dios nos sacará adelante. ¡Ánimo! Confía en Dios y dale el timón de tu barca.

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