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¿Qué te crees?


No te ofendas con esta pregunta. Aunque no lo creas, esta interrogante está relacionada con la fe. Sigue leyendo y te lo explico.

Pablo nos lo explicó en Romanos 12:3: “Por la gracia que se me ha dado, les digo a todos ustedes: Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener, sino más bien piense de sí mismo con moderación, según la medida de fe que Dios le haya dado”. Este pasaje se refiere a la fe que Dios nos dio para reconocer lo que somos capaces de hacer. Esa medida de fe a la que se refiere está relacionada con lo que pensamos de nosotros mismos.

Cuando tienes un problema o cometes una equivocación sueles pensar que no sirves para hacer o desempeñar una tarea, que no estás hecho para tal cosa y que por eso todo te sale mal. Todos estos pensamientos diluyen tu fe. Una persona con baja estima de sí misma ni quisiera tiene la fuerza para ir a pedirle a Dios que la ayude, mucho menos que cumpla Sus promesas.

Los hijos de Dios deben saber que Dios les dio una nueva identidad de vencedores, de personas que van de victoria en victoria y no de derrota en derrota; por lo tanto, la apreciación que tienes de ti mismo debe transformarse. ¡Eres hijo del Dios Todopoderoso, creador del cielo y de la Tierra! ¿Habrá algo que Él no pueda hacer por ti?

Entonces te pregunto: ¿qué te crees? La respuesta podría ser: ¡Hijo de Dios! ¡Hija del Rey de reyes! Es cierto, a veces tomamos malas decisiones, pero eso no nos determina. Cuando fallas también aprendes, y con esa experiencia tomas nuevas y mejores decisiones.

Como seguramente lo sabes, soy fanático de los deportes. Me gusta esa competitividad que se da en todas las disciplinas, pero más allá de la categoría, lo que me apasiona es cómo esos atletas trabajan en sí mismos, en sus mentes y sus emociones, para asimilar tanto los éxitos como los tropiezos. A veces creemos que a un ganador de muchos trofeos todo le sale bien y… pues no: detrás de un éxito hay una historia de errores enmendados que los llevan a conquistar el primer lugar.

Se me ocurre citar al corredor de Fórmula 1, Lewis Hamilton, quien a la fecha ha alcanzado 101 victorias que son producto de su perseverancia y fuerza para vencer los obstáculos. Después de no ganar en las últimas carreras, este fin de semana en el circuito de Brasil hizo una hazaña increíble. Diversas circunstancias lo obligaron a salir en el puesto 10 —en estas carreras ese puesto es como de mala suerte porque implica tener que superar a 9 corredores más que quieren alcanzar el mismo objetivo, y en carros con características similares—, así que desde el inicio el desafío estaba claro; y si a esto le sumamos que debía competir contra su rival más fuerte, sonaba casi imposible que se hiciera de un lugar en el podio. Sin embargo, contra todos los pronósticos, superó a todos sus rivales y conquistó su victoria 101.

Y aunque no sé si Hamilton sea cristiano, puedo ver que la fe en sí mismo y no en las circunstancias lo llevaron a cosechar esa hazaña. Y seguramente no se va a detener.

No te sientas en el décimo puesto. Créete capaz de superar las adversidades de la mano de tu Padre, quien ha puesto en ti los dones y talentos para que puedas triunfar.

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