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Patas arriba


Como que el mundo está de cabeza. ¿No te parece? Últimamente he tenido la sensación de que predomina el espíritu egoísta y malintencionado. Es como si todos construyeran un muro de suspicacias y desconfianzas que los mantienen a salvo. La sinceridad se ha enterrado debajo del cinismo, la promiscuidad se disfraza de tolerancia, el respeto a los valores humanos se confunde con mojigatería y fanatismo religioso. Decir groserías es “cool”, pasar por encima de otros para destacar es “sana competitividad” y exhibirse para ser populares es “socializar”.

Por supuesto que entiendo bien el tema generacional. Soy baby boomer, claro está, y disfruto muchísimo aprender de la Generación X, de los Millennials y de los Centennials porque estoy convencido de que todos nos beneficiamos del respeto y de la obediencia de doble vía. Los jóvenes respetan y obedecen a sus mayores que también los respetan y obedecen a ellos. ¿Te parece un disparate?

Yo aplico este concepto a mi vida y me ha dado geniales resultados porque, en muchas circunstancias, me ha tocado obedecer a personas 30 o 40 años menores que yo, especialmente en temas tecnológicos. No me alcanzará la vida para agradecerle a un joven de la iglesia que me enseñó a usar una app para transcribir audios. Así que la obediencia es uno de esos valores “patas arriba” que nunca pasarán de moda, así como la honradez, la sinceridad y la generosidad.

Por muy bocabajo que esté el mundo con sus avances, propuestas y tendencias, te garantizo que amar, cuidar de los demás y perdonar siempre serán mejores opociones que odiar, ser egoístas y guardar rencor o buscar venganza. Y si llegara el punto en el que la sociedad nos grite que es mejor vivir en medio de la injusticia que morir por alcanzarla, yo seré de los rebeldes que defenderán la contracultura de paz y justicia que Jesús nos regaló hace más de dos mil dieciocho años.

Por cierto…¡Feliz Navidad! Abraza, sonríe y obsequia mucho. Esa es la mejor forma de celebrar el nacimiento del Rey de reyes y Señor de señores que nos enseñó a ser amorosamente disruptivos.   

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