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Pastorytelling


Soy “cuentero”. Me gusta contar historias y creo que eso es una bendición porque me ayuda a ilustrar los mensajes que deseo compartir. Siendo sincero, no he recibido ningún curso técnico de storytelling, pero he aprendido del mejor contador de historias, mi maestro, Jesús, el genio de genios para los relatos, además de ser el protagonista de la historia más relevante para la humanidad.  

Por curiosidad, y para preparar una presentación respecto al tema, busqué cuántas historias narró y me sorprendí al descubrir que fueron 46, así que fácilmente se hubiera convertido en uno de los guionistas cinematográficos más productivos de la industria del entretenimiento.

Lo que más me agrada es que sus narraciones fueron rescatadas de la vida diaria, de lo que a su audiencia le resultaba familiar y cercano: la relación entre padres e hijos, los conflictos entre vecinos, las tareas rutinarias… En fin, todo lo que fuera útil para capturar el interés de quienes lo escuchaban era buen ingrediente para sazonar la imaginación de Jesús. Su objetivo siempre fue compartir mensajes que edifican, que aportan ideas positivas y valores muy prácticos.

Analizando su estilo es posible descubrir lo que los especialistas llaman polifonía, ya que una historia contiene múltiples relatos. Alguien dijo que una historia no es de quien la cuenta sino de quien la escucha o lee porque cada persona la interpreta de diferente forma y extrae sus propias conclusiones. Por eso, uno de mis consejos sobre storytelling es definir el mensaje detrás del relato. Una historia puede tener muchísimos mensajes: es como un tesoro escondido que cada quien descubre y aprecia de acuerdo a su realidad personal. Los contadores de historias debemos estimular la imaginación, motivar el análisis y el discernimiento de quienes disfrutan nuestra narración.  

La Parábola del hijo pródigo, por ejemplo, nos habla del amor de un padre y también de un hermano celoso; nos habla de economía bíblica y del proceso de aprendizaje del hijo que desperdició su herencia, por lo que enfrentó cuatro etapas:

  1. Incapacidad inconsciente cuando perdió todo.
  2. Incapacidad consciente cuando se dio cuenta de que se había equivocado.
  3. Capacidad consciente cuando decidió regresar a pedir perdón.
  4. Capacidad inconsciente a partir de cuando llegó delante de su padre y ofreció enmendar su error.

Así que las historias son mi herramienta favorita para compartir enseñanzas con el deseo de bendecir a las personas, y mi sueño es que los cristianos nos convirtamos en los mejores contadores de la historia más bella, esa que merece narrarse con el profesionalismo, creatividad y excelencia que caracterizan a los mejores novelistas y guionistas del mundo, la historia que nos habla del amor de Dios y de la redención que nos regaló a través de Su hijo, Jesús.

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