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¡El Día del padre!


En Guatemala el 17 de junio está dedicado a festejar a los papás. Aunque ya sabemos que no es una celebración tan pomposa como la que recibe mamá, es bueno fomentar un día para resaltar el esfuerzo de los padres de familia.

Más allá del rol de proveedor que adquiere un papá hay muchas otras características que le dan oportunidad de afirmar el corazón y proveer de identidad a Sus hijos, pero si él está limitado para cumplir sus funciones debemos aprender que el Padre Celestial no falla.

Como papás nos corresponde hacer muchos sacrificios por la familia. A veces no estamos presentes en los momentos especiales en la vida de nuestros hijos. Por ejemplo, cuando dan su primer paso, cuando dicen su primera palabra o cuando están en un acto especial en la escuela o en el colegio. Créanme: no es que no tengamos ganas de ser testigos de esos eventos, sino que el trabajo no nos lo permite; pero favorecemos que mamá grabe en su memoria esos instantes.

Recordemos que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, que está en nuestra configuración ser buenos padres y que por eso tratamos de darles lo mejor. Veamos: ¿en quién nace el deseo de que el niño estudie en un buen colegio? ¿Quién se preocupa por la provisión para la consulta del pediatra? El niño no decide eso, sino su papá, pensando que esas acciones le permitirían tener un mejor futuro a ese pequeñito que ama tanto.

Para ser buenos en algo debemos aprender del mejor y en materia de paternidad ¡nadie mejor que nuestro Padre Celestial! Hasta que nos encontramos con la paternidad de Dios podemos imitar Sus cualidades. Jesús lo ilustra en la oración del Padre Nuestro. Él fue el primero en mostrarnos a Dios como un Padre (Mateo 6:9). Yo crecí sin mi papá terrenal, así que no tenía el parámetro natural con el cual comparar el amor de Dios, por eso fui a las Escrituras a aprender cómo es Él como Padre y para mi fortuna aun hoy sigo asombrándome de todo Su amor.

Cuando abrimos nuestro corazón a Jesús recibimos el espíritu de adopción y por eso le clamamos: “¡Abba, Padre!” (Romanos 8:15), que significa “papito”. Dios es nuestro Padre bueno y lleno de misericordia (Matero 7:11). Acerquémonos a Él para que nos guíe a formar a nuestros hijos, para que seamos buenos ejemplos para ellos y para que nuestros defectos se cubran por las virtudes que imitemos del Creador.

Nuestros hijos son la mejor motivación para salir adelante. ¡Y qué mejor que hacerlo de la mano de Dios!

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