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¿Cómo llega la verdadera transformación?


Guatemala es un país con un alto porcentaje de personas cristianas. Casi la mitad de la población declara creer en Jesucristo. Esta es una muy buena noticia, pues demuestra que las iglesias están haciendo un buen trabajo.

Para que la vida de una persona se transforme se requieren algunos pasos. Leamos Hechos 3:19: “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio”. Las acciones de arrepentimiento y conversión son personales: le toca a cada persona nacida de nuevo llevarlas a cabo en su vida.

El arrepentimiento es una corrección, un cambio de actitud y un estilo de vida. Es reconocer que, aunque transitaba por un camino, conscientemente decido cambiar de dirección. No solo se trata de sentirnos mal, sino actuar para dejar de hacer aquello que nos produce esa sensación.

Por otra parte, convertirse es hacer que algo o alguien se transforme en algo distinto; y esto no se logra en un acontecimiento, sino más bien es un proceso.

Cuando le abrimos nuestro corazón a Jesús empezamos a ver las cosas de otra manera. Ese fue mi caso. Desde que levanté mi mano y reconocí que Él es el Señor de mi vida automáticamente se desarrolló en mí una conciencia de dejar mis malos hábitos. Nadie me dijo que beber, fumar o referirme con términos vulgares era malo, solo lo supe y conscientemente dejé de hacerlo. En otras palabras me arrepentí y me convertí en alguien distinto.

Mis amigos fueron los primeros que no me creyeron que de la noche a la mañana yo dispusiera dejar de hacer muchas cosas. Algunos quizá esperaban que me pasara rápido ese anhelo, pero lejos de regresar a esa vieja manera de vivir, yo deseaba más. Y por eso, al día siguiente de aceptar al Señor, me fui directo a la librería a comprar mi primera Biblia.

La sociedad no se transforma solo con personas nacidas de nuevo, sino con las arrepentidas y convertidas. A cada uno le toma su tiempo, así que evita juzgar a ese hermano que recién empieza ir a la iglesia y más bien ora por él para que sus decisiones lo transformen completamente.

No quiero juzgar a nadie, pero el mismo la Palabra nos invita a dejar atrás los deseos que antes teníamos: “como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:15-17).

El siguiente paso es la transformación de nuestro entendimiento, otra acción personal. Así que trabajemos juntos para que más personas le abran su corazón a nuestro Señor. Oremos por la transformación de cada persona para que nuestra familia y la sociedad reflejen que Jesús nos hace mejores seres humanos.

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