Veteranos de guerra
En noviembre, en Estados Unidos se celebra el Día de los Veteranos, una fiesta nacional que rinde homenaje a quienes han servido en las fuerzas armadas de su país en tiempos de guerra. Se trata de una celebración muy reconocida que incluso ha inspirado varias películas. Se me vienen a la mente Rescatando al soldado Ryan o La delgada línea roja, aunque hay muchas más.
Admiro cómo esta cultura honra y respeta a quienes sobrevivieron una guerra, batallaron por un país y vivieron para contarlo. Que aplaude los logros de esas personas que padecieron por el bienestar de otros. Creo que es un buen hábito honrar a quienes han recorrido más que nosotros, personas que han llegado más lejos y han sacrificado mucho para cumplir el propósito que Dios les otorgó.
La semana pasada estuve con Dante Gebel en su congregación y aprovechamos para establecer una conversación muy amena que se transmitió en redes sociales; y al final, él me preguntó cómo me veía en 40 años. ¡Uff! Ya casi tendría los 100. Me dijo: “¿Dónde te encuentra la vida?, ¿en qué lugar?, ¿estás en una playa o en una montaña?, ¿estás solo, estas con gente?”
Yo pensé en los veteranos de guerra del ejército de Dios, esos personajes que nos abrieron el camino y nos dejaron un legado que debemos cuidar. Pensé en Luis Palau, que ha dedicado toda su vida a cumplir con su llamado de evangelista. Billy Graham, que fue nombrado el Predicador de América; Kathryn Kuhlman, que se destacó por realizar milagros de sanidad…
Por eso mi respuesta fue: me veo contemplando a las nuevas generaciones que disfrutan de la libertad religiosa, producto de la defensa de nuestros derechos. La Iglesia en general está bajo ataque “no declarado”, hay quienes desean acabar con los ministerios a toda costa, destruir nuestros valores y en lo que creemos. Observen cómo desacreditan la labor que se hace en las iglesias, cómo asesinan a los cristianos en otros continentes, cómo las nuevas corrientes sociales se oponen al mensaje de amor que Jesús nos vino a enseñar.
No exagero cuando digo que la Iglesia de Cristo está bajo amenaza. Realmente nos toca defender desde el púlpito, desde las redes sociales o los medios que sean necesarios los derechos que tenemos como cristianos; no por nosotros, sino por nuestros hijos o nietos, para que ellos tengan la libertad de levantar sus manos y adorar a Dios en su iglesia o se sientan libres de leer la Biblia en cualquier lugar.
Junto a mis contemporáneos nos corresponde pelear esta guerra, para que en 40 años podamos sentirnos felices de haber cumplido con la misión. Al final, como hoy, me veo agradecido con Dios por toda su misericordia y la gracia manifestada durante toda mi vida. No me veo solo, me veo rodeado de amigos sobrevivientes.
Si Dante te hace la misma pregunta, ¿qué le dirías? ¿Te ves como un veterano del ejército de Dios? ¿En 40 años te tratarían como tú tratas a los pastores que te abrieron camino? Piensa en eso y trabaja para que tu legado alcance a las nuevas generaciones.