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Sin fecha de caducidad


¿Alguna vez has comprado algún producto, lo guardas y el día que necesitas usarlo te das cuenta de que ya está vencido? Nos puede pasar cuando nos regalan una caja de chocolates o dulces especiales: con el deseo de conservarlos, los guardamos tan bien que se nos olvida consumirlos a tiempo.

La mayor parte de los productos están hechos para que su vida útil funcione durante cierto periodo de tiempo. Parece que nuestra cultura promueve que renovemos con cierta frecuencia lo que adquirimos: aparatos como el horno de microondas, la refrigeradora, la estufa, la cafetera, la televisión o el celular. Cuando uno de ellos falla —¡Oh cielos!— te acuerdas de que no quisiste extender la garantía porque había que pagar un poquito más.

Incluso cuando adquirimos un automóvil o una motocicleta usada preguntamos qué modelo es para tener una idea del tiempo que tiene de uso. Al final damos por sentado que todo tiene una fecha de vencimiento.

La buena noticia es que eso no aplica para la Palabra de Dios. Puedes ir a buscar a tu primera Biblia y revisar esas promesas que el Señor te dio hace muchos años, aquellas que subrayaste con colores o marcaste con separadores. Examina tu cuaderno de notas de años anteriores donde escribiste los versículos que te marcaron en tus primeros años de caminar con el Señor. ¡Esas promesas siguen vigentes! La Palabra de Dios nunca vence, no tiene fecha de caducidad ni se limita por un virus o una situación adversa.

El término promesa en el diccionario significa: “La expresión de la voluntad de dar a alguien o hacer algo por él”. Cuando le ofreces algo a tus hijos lo haces porque te nace y no porque ellos sean perfectos. Lo haces por tu amor a ellos y no a sus acciones. No te sientas inmerecedor de las promesas. Dios anhela bendecirnos porque somos Sus hijos y no te preocupes, pues Él sabe que no somos perfectos.

Los hijos de Dios no debemos otorgarle a una pandemia el poder de terminar con nuestros sueños, mucho menos cuando hemos recibido promesas de bendición. Es ahora cuando hay que aferrarnos a Su Palabra. Por favor, leamos Isaías 41:10 (LBLA): “No temas, porque yo estoy contigo; no te desalientes, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré, ciertamente te ayudaré, sí, te sostendré con la diestra de mi justicia”. ¿Acaso este verso te ayuda a perder el miedo? Saber que Él está con nosotros siempre nos anima, reconforta y nos invita a no desmayar.

Sin importar lo que hayas vivido esta semana, toma tiempo para revisar tus promesas. Eso te ayudará a ver un mejor futuro. Imaginar un buen futuro es imaginarlo con Dios; imaginar un mal futuro es imaginarlo sin Él.

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