¡No juzgues el libro por su portada!
¡Las percepciones a veces nos engañan! Quién de ustedes terminó siendo amigo del joven más serio de la clase, del que parecía el más orgulloso o el lleno de cuentos que se apartaba del grupo. Fue hasta que realmente convivimos con esas personas que la percepción cambió completamente y pudimos comprobar que no eran como imaginábamos. ¿Te pasó?
En mi niñez pensaba que mi perro Otelo era el único que me amaba, eso era lo que yo creía cuando estaba pasando momentos difíciles con mi familia. Mi percepción era errónea.
A los hijos les pasa cuando terminan con la novia, por mucho que les expliques que ese dolor va a pasar ellos sienten que se les acaba la vida, que nunca más van a encontrar el amor o que nadie los va a amar nunca… Su percepción está equivocada y el tiempo se los demuestra como lo hace con nosotros.
Sabes, Jesús mismo vivió un proceso de esta naturaleza. En la cruz percibió que Dios lo había abandonado, su percepción estaba propiciada por la aflicción que atravesaba en ese momento (Mateo 27:45). En la Biblia también encontramos otros ejemplos: Juan el Bautista cambió la percepción que tenía de Jesús y hasta llegó a dudar si Él era el mesías o debía esperar a otro (Mateo 11:2-6). También los discípulos fueron engañados por el miedo y llegaron a ver a Jesús como un fantasma (Marcos 6:48-50), sus propios discípulos que compartieron tanto con Él.
La verdad es que todos pasamos por circunstancias adversas que nos hacen dudar, pero es en ese momento es donde debemos usar nuestra fe y aprender de Jesús, quien no cambia su percepción de nosotros. Observemos lo que hizo con Pedro a pesar del error que cometió negándolo o cómo actuó con Judas quien lo traicionó (Lucas 22:47-48). Lo que Dios piensa de nosotros no varía a pesar de nuestros errores.
El Señor Jesús no nos juzga por la portada, por la apariencia ni por nuestros errores, faltas o pecados, sino por lo que cree de nosotros. Podemos estar confiados en que siempre tiene una buena percepción de nosotros.
Busquemos alinear nuestras percepciones a Su Palabra y nuestras convicciones se fortalecerán.
Evitemos emitir un juicio por las apariencias, por lo que alguien más dice que dijo, tratemos a los demás como nos gustaría que nos traten, apliquemos con otros la misericordia que el mismo Señor nos otorga. Veamos más allá de la portada, no solo hojeemos el libro, profundicemos en él y así podremos opinar con argumentos.