¡Insiste!
“El que quiere celeste, que le cueste”, dice un dicho popular guatemalteco que quiere decir que para obtener algo debemos sacrificar algo más.
Yo pienso que aplica para todas las áreas de la vida; por ejemplo, cuántas veces nos tocó desvelarnos antes de un examen parcial mientras los amigos andaban de fiesta; cuánto nos privamos ahorrando para reunir el enganche de nuestro primer carro o cuánto tiempo nos dedicamos a enamorar a la que hoy es nuestra esposa y madre de nuestros hijos.
Suelo bromear diciendo que fue Sonia la que me guiñó el ojo cuando el único lugar disponible en la iglesia estaba a su lado, pero la verdad es que hice mi mejor esfuerzo para conquistarla, enamorarla y hacer que caminara conmigo al altar. Fui insistente. Primero tuve que ganarme su confianza, sabía que ella estaba decidida a servir al Señor, por lo tanto, debía demostrar que compartíamos el mismo anhelo y por eso la acompañaba a sus actividades de servicio a todos lados. También dediqué tiempo para conocerla, saber sus anhelos, sus sueños y determinar cuán compatibles podríamos ser. En fin, me dediqué a cultivar la relación. Aun hoy, después de 34 años de casados, sigo dedicándole tiempo, pues es la única forma de fortalecer cualquier relación.
¿Cuánto insististe para que tu esposa o novia te diera el “sí”? Muchos lograron convencerla a base de insistencia, que es la clave para conseguir resultados. Si decides bajar de peso debes aplicarte para hacer ejercicio constantemente, ya que si lo haces esporádicamente nunca verás resultados ni mejorarás tu salud.
Nuestra relación con Dios, nuestro Padre, también se cultiva y se estrecha en oración. Cuanto más tiempo pasemos con Él, más lo conocemos y podemos descubrir Su amor. Entre más oramos, más confianza y fe adquirimos. La Biblia enseña que Él responde a quien clama insistentemente, no al que lo hace de vez en cuando.
A veces creemos que Dios no nos escucha o que ha hecho caso omiso a nuestra oración, pero es probable que no estemos siendo lo suficientemente tercos o insistentes para que Él conceda lo que estamos anhelando.
Sé que es fácil desanimarse al considerar la época de incertidumbre que estamos viviendo o la falta de resultados, pero no debemos desmayar; al contrario, acudamos a orar, orar y orar hasta que alcancemos los resultados que esperamos.
Orar sin cesar es el mejor hábito que podemos desarrollar, no importa si eres joven o adulto. Desarrolla una relación con tu Padre, estréchala en oración, manifiéstale tu adoración y vuelve a orar. Esfuérzate para que tu ánimo no decaiga y que nada te impida volver a orar. ¡La santa terquedad te puede llevar a alcanzar el “sí” que estás esperando!