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Buenos hábitos cristianos


Algunos amigos y personas conocidas me preguntaron por qué los capítulos de mi libro No es por vista inician con reseñas de películas. Algunos hasta pensaron cómo se me ocurrió juntar enseñanzas de fe con películas no cristianas.

Para responder estas dudas debo decir que dirijo una organización con más de cien colaboradores y como pastor tengo una agenda con muchos compromisos con la congregación e invitaciones internacionales, así que me tomo muy en serio mi autoformación y lo hago con los recursos que tengo a mano. Libros y cine encabezan mi lista, pues he encontrado que Dios me habla a través de ellos y me ha dado la habilidad para encontrar enseñanzas para mi vida que he puesto en práctica y también comparto en conferencias y hasta en mis enseñanzas.

Además, debo decir que soy cinéfilo de corazón y las horas muertas en un avión o en carretera me han dado tiempo para ver películas. Esa es la mejor parte de mi agenda tan apretada.

Si ya leyeron el libro habrán notado que muchas de las películas que escogí tienen relación con deportes, que es mi otra distracción. Aunque ya casi no tengo tiempo para practicarlos, sigo algunas disciplinas como las carreras de Fórmula 1, tenis o algunos partidos de fútbol porque de ellos también puedo aprender algo.

Fui jugador de voleibol de la selección de mi país y ahí descubrí el poder de la disciplina. Por eso, hace unos años, cuando me invitaron a jugar en un equipo de la liga de ascenso, no lo dudé y volví a la cancha. Los domingos, después de los servicios, almorzaba y en la tarde salía al gimnasio “7 de diciembre”, ubicado en la Ciudad Olímpica de la capital de Guatemala. Mi posición era de armador del equipo y fue grato volver a compartir con amigos y sentir esa adrenalina.

Siempre he encontrado en el deporte una manera de aprender a trabajar en equipo y practicar la disciplina, dos factores que nos hacen crecer como seres humanos. Según el diccionario, disciplina es la “capacidad de las personas para poner en práctica una serie de principios relativos al orden y la constancia, tanto para la ejecución de tareas y actividades cotidianas, como en sus vidas en general”.

He leído historias de grandes atletas cuya disciplina permitió que sus nombres figuren en los libros de historia. “Solo los disciplinados en la vida son libres. Si no eres disciplinado, eres un esclavo de tus estados de ánimo y tus pasiones”, dice Eliud Kipchoge, un corredor keniano de larga distancia y actual poseedor del récord mundial de maratón.

Los futbolistas como Lionel Messi y Cristiano Ronaldo tienen grandes talentos, pero ¿qué sería de sus carreras si no llegaran a sus entrenamientos, si no adquirieran hábitos alimenticios saludables o si no durmieran lo necesario? Seguramente no serían las estrellas más conocidas del fútbol actual. Su éxito profesional está determinado por su disciplina y hasta por su capacidad para seguir instrucciones de sus entrenadores.

Como cristianos esperamos alcanzar éxitos en nuestra vida, pero olvidamos cultivar la disciplina para orar, para leer la Biblia y para congregarnos en nuestra iglesia. Es en la constancia de practicar estos ejercicios que podremos crecer como personas y nuestra relación con Dios mejorará. Recordemos que se requiere de una intensa relación con Él para obtener la paz en medio de cualquier circunstancia.

¿Por qué esperar esos momentos de adversidad para regresar a esos ejercicios básicos? Ya sabemos que la cura para la ansiedad es la Palabra de Dios, entonces es necesario escucharla, leerla, meditarla y aprenderla para que sea el fundamento de nuestra vida.

En 1 Corintios 9:27, en la Traducción Lenguaje Actual (TLA), leemos: “Al contrario, vivo con mucha disciplina y trato de dominarme a mí mismo. Pues si anuncio a otros la buena noticia, no quiero que al final Dios me descalifique a mí”. Este es un claro ejemplo de la importancia de la disciplina en nuestra vida. Por lo tanto, ¿qué esperas para adquirir hábitos saludables que mejoren tu relación con Dios? Si no lo has hecho, empieza hoy mismo y no le des tantas vueltas al tema. Asigna un tiempo para leer la Biblia, para hablar con Dios y escucharlo. Nunca es tarde para establecer una relación íntima con Él.

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