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¡Abre el coco!


“Abrir el coco” es una expresión popular en Guatemala que hace alusión a pensar de manera diferente. La usamos cuando queremos pedirle a alguien que tenga nuevas formas de pensar, actuar y hablar.

El ser humano es el resultado de lo que piensa. Incluso leemos las Escrituras de acuerdo a lo que pensamos, no a lo que Dios estipuló en ellas. Veamos lo que Pablo instruyó a Timoteo sobre los pensamientos, Filipenses 4:8 inicia con un subtítulo muy categórico: “En esto pensad”; luego, prosigue: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”. Pablo sugiere que enfoquemos nuestros pensamientos en las cosas buenas.

El Salmo 10:4 enseña que “El malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios;

No hay Dios en ninguno de sus pensamientos”. ¡Qué interesante! Pensar mal significa que Dios está ausente en esos pensamientos.

Hace unos días, un amigo me contó que recibió un correo electrónico de Recursos Humanos donde lo convocaban a una reunión presencial. Llamó a sus colegas para sondear si alguien más había sido citado y comprobó que era el único. Desde ese momento se inquietó y pensó: “Mañana me van a despedir”. Incluso se enojó porque, después de tantos años entregados a la organización lo iban a “echar”. Se preocupó por los compromisos económicos. Pasó la noche en vela, deseando que las horas pasaran rápido o que no pasaran nunca. Realmente no quería afrontar lo que para él era un inminente despido.

Al día siguiente fue recibido por el director general, quien, después de saludarlo, finalmente le dijo: “Gracias a su dedicación, buenos resultados y fidelidad. Usted será promovido”. Mi amigo no podía creerlo. Lo que escuchaba fue justo lo opuesto a lo que sus pensamientos le dictaron en las últimas 24 horas. Claro, él había leído acerca de los despidos y las condiciones que han obligado a muchas empresas a prescindir de varias plazas de trabajo; esto le hizo pensar que él se sumaría a las estadísticas, pero al final ocurrió lo contrario. Permitió que sus pensamientos lo martirizaran innecesariamente. Incluso si hubiera sido despedido se angustió de manera anticipada, sus pensamientos lo tuvieron preocupado sin sentido.

Indudablemente la información que almacenamos en el cerebro se apodera de nuestros pensamientos y a veces nos impide ver las cosas como Dios la ve: lo verdadero, lo honesto, lo justo, lo puro y lo amable. Por eso es tiempo de renovar nuestros pensamientos y permitir que Dios se apodere de ellos, llenándonos de Su Palabra, fe y esperanza. ¡Abre el coco y renueva tu forma de pensar, de ver y de actuar!

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