Mañana será un nuevo día
¿Alguna vez has experimentado un dolor de muela? Ese dolor no solo da en la noche, sino que empieza de un momento a otro y es horrible: te duele toda la cabeza y no te quieres ni mover. Esa madrugada con dolor de muela se hace eterna. Imagina que llegas con el dentista y él te dice que tiene que extraer la muela y pregunta: ¿la saco con anestesia o sin anestesia? ¡Obvio que la respuesta sería con anestesia! Lo que quieres evitar es sentir más dolor y necesitas que la angustia termine para volver a dormir en paz.
Dramatizando un poco, más o menos así es la decisión que debemos tomar para enfrentar la vida. Podemos hacerlo con fe o con dudas, solos o acompañados, positivos o negativos.
El diagnóstico que nos den es importante. Lo que escuchamos puede ser determinante. Por ejemplo, prestarle atención a las conversaciones que se generan en los medios o las noticias puede que alteren nuestro ánimo, pero si escuchamos la voz de Dios a través de la oración y de Su Palabra, nuestras convicciones se fortalecerán y nos permitirán enfocarnos en alcanzar las promesas.
Ve a tu Biblia y lee el salmo 23. Te recomiendo que lo leas en voz alta y verás que está compuesto por una serie de versículos progresivos en donde una acción nos lleva a la otra. Cuando creemos que Dios es nuestro pastor tenemos la confianza de que Él también es nuestro proveedor. Reconociendo Su deseo de proveernos logramos descansar de todo afán y en ese momento es cuando nuestra alma encuentra descanso. Al tener nuestra alma en paz es más fácil dejarnos guiar por Él.
Cuando el Señor nos guía podemos estar seguros de que, sin importar las circunstancias, Él nos protegerá de todo mal. Lo que David hacía en los malos momentos era visualizar el futuro, basado en la fe y la confianza que tenía en el Señor. Imaginemos el porvenir que nos espera con Él de nuestro lado. ¡Eso es vivir con fe y no con dudas!
En esos momentos en que el estrés o la angustia se quieren apoderar de ti, piensa que mañana será un nuevo día. Recuerda que cada mañana estrenamos misericordia: “Que las misericordias del Señor jamás terminan pues nunca fallan sus bondades; son nuevas cada mañana” (Lamentaciones 3:22-23, LBLA).
Sin importar lo mal que nos pudo haber ido hoy, si Dios lo permite, mañana tendremos una nueva ocasión para arreglarlo todo.