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Buenas y malas semillas


La creación es una obra perfecta de Dios. Soy fanático de los atardeceres y Dios me ha dado el privilegio de contemplarlos en diferentes escenarios, pero tengo que decir que los celajes que se aprecian en Guatemala son espectaculares y únicos.

Si tuviera que elegir mi parte favorita de la Creación me quedo con los árboles. Son diferentes especies que no crecen en todos lados. Parecen no ser delicados, pero necesitan del ambiente y de nutrientes adecuados para cumplir su función. Además, sin ellos la tierra no tendría oxígeno ya que juntos forman el pulmón del planeta. Tienen formas tan peculiares y jamás se quejan por la posición que ocupan a lo largo de su vida, adorando a Dios en todo tiempo.

Me cautiva tanto la naturaleza que nuestra iglesia tiene una extensión de casi 6 manzanas de hermosos jardines, todo esto en un área donde solo había un árbol. Junto al equipo de profesionales seleccionamos cada planta, árbol y arbusto para que representara el fundamento de nuestra visión. Por ejemplo, frente a las oficinas hay doce cipreses romanos y al alrededor del auditorio hay doce araucarias que representan a los apóstoles. Esta es la única conífera que crece con sus ramas hacia el cielo y nos recuerda que llegamos al auditorio para adorar a nuestro creador, Dios y Padre.

Siempre he pensado cómo una semilla tan pequeña puede convertirse en un árbol o una planta llena de color y formas maravillosas. Una buena semilla se convierte en algo hermoso. Con esta figura de la naturaleza podemos aprender que debemos ser buena tierra en la que crezcan frutos hermosos que les den refugio y alimento a otros.

Sin embargo, también podemos ser buena tierra para malas semillas. Sí, estoy diciendo que hay semillas buenas y malas. Hay personas que llenan su corazón de rencor, sobredimensionan una ofensa y la recuerdan una y otra vez hasta producir una raíz de amargura en el alma, crece y termina siendo un árbol de pesimismo, odio y resentimiento. Es muy fácil identificarlas: son quienes se quejan de todo, desconfían de todas las personas que les rodean, viven criticando e insultando en el tráfico, posteando cosas negativas en las redes sociales, peleando con los miembros de su familia y hasta en la oficina. Lamentablemente su tierra alimentó una mala semilla y su fruto no es apetecible.

En el otro extremo están las personas que permiten que en su corazón germine una buena semilla, por ejemplo, quienes leen en la Biblia una promesa, la creen, se esfuerzan y perseveran hasta que se cumpla. Seguro conoces a alguien así: hablan fe, te motivan a orar, a que no desmayes y a que pongas tus ojos en Dios. Se caracterizan por perdonar con facilidad, por ser agradecidos, optimistas y llenos de sueños grandes. Su fruto es deseable.

La decisión de ser buena tierra para lo bueno o para lo malo es personal y los frutos hablan por sí mismos. ¿Qué tipo de persona decides ser? Nunca es tarde para sanar tu corazón y podar aquella mala semilla que ya había empezado a dar fruto, por eso te motivo a extraer esas raíces delante de Dios.

Permite que Él sane tu corazón, deja las heridas a los pies de la cruz y no las cargues más. Jesús pagó un precio muy alto para que tengas vida en abundancia, no para que seas escaso de mente y espíritu. ¡Hoy es un buen día para ser una buena tierra para la buena semilla!

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