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Abriguemos con amor


¡Qué terrible es la realidad de tantos niños en mi país! Sin meterme a estadísticas, puedo asegurar que hay muchos, pero demasiados niños sobreviviendo con uñas y dientes en las calles; indefensos, pasando hambre, frío, vulnerables a todo. La verdad es que esta realidad sería digna de la desesperanza más profunda si no la viéramos como una urgente oportunidad para demostrar que somos hijos de Dios, dispuestos a dar nuestra vida por cambiarla.

No podemos darnos el lujo de sentarnos a llorar. Debemos levantarnos con entusiasmo a brindar ayuda. En situaciones así es cuando digo que las emociones negativas como el enojo, la indignación y la tristeza deben ser el combustible que nos muevan a la acción.

En Casa de Dios lo hacemos. Sí, lo hacemos. A través de nuestro banco de alimentos colaboramos todos los meses con instituciones de ayuda social. Les distribuimos los víveres que recolectamos y los que compramos. Te lo comento para motivarte, no para alardear, porque al unirnos para bendecir, es más lo que podemos lograr. Aunque pareciera que la necesidad de nuestro prójimo nos gana la batalla, no perdamos la esperanza, no nos demos por vencidos. Atendamos a quienes necesitan alimento, refugio, amor, oportunidades y palabras de aliento.

Es imposible decir que amamos a Dios, a quien no vemos, si no amamos a las personas, a quienes sí vemos. Cierto que debemos avanzar por fe, no por vista, pero cuando hablamos de vivirla, nuestra fe debe verse, no solo declararse, porque sabemos que las palabras pueden animar, pero son nuestras acciones las que convencen. Por eso, cada temporada de frío en Guatemala, durante noviembre, promovemos la campaña “Abriguemos con amor” para recolectar y distribuir frazadas.

Este año, además de distribuirlas a través de las instituciones, también nos estamos organizando para ir personalmente a compartir las frazadas y algo calientito de comer con los niños y jóvenes que duermen en las calles. Para los recorridos, nos unimos a la Fundación Viva Juntos por la Niñez, cuya labor humanitaria es admirable.

La verdad es que, durante estas caminatas bajo las heladas nocturnas, realmente descubrimos que es más bienaventurado dar que recibir. Puede ser que se te enfríen las orejas, la nariz y las manos, pero el corazón se te derrite de cariño. Porque la vida te cambia cuando te acercas a la realidad que viven otras personas. Cuando lloras con ellas, oras por ellas, compartes algo con ellas y te comprometes para que el abandono y el dolor sean pasajeros. Evitemos que el frío de la época cale los huesos y el ánimo de quienes nos rodean. Abriguemos con amor.

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