¿Buenas o malas palabras?
Desde hace muchos años los servicios religiosos en Casa de Dios los iniciamos con una confesión de fe que dice: “En mi boca está el poder de la vida y de la muerte. Hablaré palabras de vida y no de muerte, de salud y no de enfermedad, de riqueza y no de pobreza, de bendición y no de maldición porque en mi boca ¡hay un milagro!”
En la Palabra de Dios he descubierto que las palabras tienen poder. Dios ordenó la tierra y “nombró o llamó” toda Su creación con los nombres que hoy la conocemos.
El lenguaje es un distintivo de países. Por ejemplo, el francés identifica a Francia, el italiano a Italia, el español a los latinoamericanos y así, el reino de Dios también tiene su propio vocabulario y debemos hablar de acuerdo con la “Real Academia de la Fe”: hablar fe es hablar el lenguaje que Dios habla.
Al Señor le podemos hablar en chino, en portugués, en español, en francés o en alemán; pero si no le hablamos en fe, no nos daremos a entender. No se tiene una conversación con Dios basada en el afán, sino en la fe. El afán no viene de los problemas, sino de las palabras. Esto quiere decir que diciendo es como terminamos afanados. ¿Qué tal un cambio de vocabulario? En vez de decir: “Hoy tuve un día muy malo”, puedes decir: “Hoy no tuve un día tan bueno como ayer”. Habrá quienes digan que eso es negar la realidad, pero no: es traer a la Tierra la realidad que Dios creó en lugares celestiales.
Nuestras conversaciones son capaces de cambiar atmósferas enteras. Por ejemplo, cuando ves a tu esposa muy afanada en los quehaceres de la casa y te detienes a darle gracias por sus desvelos, por sus detalles, por cuidar a los hijos y terminas diciéndole lo bella que es, provocas que el ambiente de todo el hogar cambie. ¡Inténtalo! Pero habla de manera genuina y verás los resultados.
Algunos cristianos nacidos de nuevo no logran dar ese paso de transformación es porque siguen rodeados de personas que corrompen su pensamiento con una simple conversación. Hay quienes se ofenden con las “malas palabras”, pero ¿cuándo censurarán las palabras que traen mal a nuestra vida? Elabora una lista de los términos que te llenan de desánimo, procura eliminarlos de tus conversaciones y sustitúyelos por palabras que tienen un efecto contrario; pronto verás ese efecto positivo que generan.
Puedes empezar con regresar tu vista al primer párrafo. Repite nuestra declaración de fe y empieza a compartir buenas palabras.